Se distinguía del resto debido a que su príncipe heredero era ciego.
Por las mañanas, al abrir los ojos, este sabía que no vería el sol pero si lo sentiría.
No se angustiaba al respecto, tenía muchos planes para su futuro. Entre ellos estaba el casarse con la princesa del reino vecino.
Se vestía y salía de su cuarto. Conocía la ropa por su textura y peso.
Era muy coqueto y combinaba los colores pues recordaba cada uno de ellos. Su padre el rey se los describía.
No usaba el típico bastón blanco. Tenía su cetro real que cumplía esa función.
Entonces seguido por un grupo de ayudantes, iba en su carroza hasta el palacio de su amada.
Allí estaba ella, ataviada con ropas de seda, en su trono de ruedas.
Él se acercaba, la besaba y acariciaba la suave piel de la princesa.
Ella tampoco veía pero lo reconocía apenas entraba debido al aroma de su perfume.
Al besarlo sabía que no había imposibles. Un apuesto hombre vio más allá de su discapacidad.
Les encantaba estar en el exterior por lo que solían dar largos paseos.
Se amaban y juntos iban hasta la orilla de un arrollo para sentir el ruido del agua al correr y los aromas que despedía la tierra mojada y la vegetación.
La dama de compañía la llevaba hasta el lugar que ellos decidían y los dejaba solos.
Él se recostaba sobre la hierba y charlaban largamente.
No estaban ausentes los besos y caricias.
Pensaban casarse y tener hijos.
Por el momento eran felices con lo que tenían, su gran amor.
Ella nació sin vista, en cambio él no. Como conocía el mundo visible ella solía preguntarle sobre todo. ¿Cómo era un amanecer, cómo las estrellas?
Comían allí mismo.
Ellos sin vista pudieron ver en la otra persona aquello que no es notorio, los valores, se enamoró del corazón del otro, percibieron aquellas cosas que no envejecen.
Sabían que tendrían que gobernar algún día. Y no temían hacerlo incorrectamente
Fueron criados para ser fuertes y no dejarse vencer.
Para sus padres fue complicado rearmar sus propias vidas. Sin embargo ellos desde un mundo oscuro aprendieron a soñar y hacerlos realidad.
Este cuento recuerdo cuando me estoy por rendir.
Si dos personas lo hicieron ¿por qué yo no?
Entonces tomo mi bastón y salgo a la vida.
No tengo un reino, solo soy un ciudadano.
Espero encontrar a mí esposa.
Sabré que es ella porque podré ver lo que no se nota y tiene dentro de su pecho.
Cuando las personas me chocan y los colectivos cambian sus recorridos, aunque me es difícil ubicarme y me enojo con la vida, pienso que es un desafío para superar y saber enfrentar los que vendrán.
Laura Trejo.
Persona sordociega y con discapacidad múltiple.
Argentina.